30 funciones de Jaramillo
7 mayo, 2018
La creación artística es siempre una combinación entre seguir tu impulso y reaccionar a los efectos en las audiencias. A algunos como Van Gogh les bastó con seguir sus impulsos sin aparentemente hacer caso a nadie. Sólo debió convencer a su hermano para que lo ayudara a salir adelante y con todo, logró que su obra fuera universal aunque no viviera para verlo. El camino del artista que sólo sigue su impulso termina dependiendo de que ese impulso coincida con un nicho de mercado y otras veces de algo tan inasible como la genialidad.
Otros y otras artistas se vuelcan directamente a lograr los efectos que les piden. Unos pocos de ellos son exitosos atendiendo las demandas del público y de los programadores oficiales pero la gran mayoría que crean el arte que le solicita el público, trabajan dignamente del mismo modo que hacen millones de médicas, fontaneros, practicantes, panaderas y tantas profesiones, que a través de su trabajo hacen que la humanidad continúe avanzando o si no somos tan optimistas, al menos continúe yendo en alguna dirección. Esta dialéctica entre el impulso artístico y la demanda social nunca es igual y viene con miles de matices.
En un arte colectivo como el teatro esa reacción no se aplica sólo sobre el público en general sino sobre aquello que el Odin Teatro llama el «pueblo invisible», es decir la comunidad más cercana, los viejos espectadores, seguidores y alumnas. E incluso el impacto del teatro muchas veces es hacia dentro de la compañía, hacia los integrantes que según las decisiones que se tomen continuarán o dejarán el barco. Y cuando finalmente lo dejen, darán continuidad al espíritu artístico del grupo o simplemente este “se perderá en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”.
“La muerte de Jaramilla” es fruto de esa dialéctica entre la vanguardia y lo popular. Un espectáculo que partió primero de las dos actrices y el actor que en ese momento estaban preparados para un nuevo proyecto. Luego de la experiencia de “La Memoria”, de la que todos los que lo vieron hoy se desgañitan en empalagosos halagos, que no nos hacen olvidar que en su momento nadie quería asistir al desgarro de su propuesta, nos hizo querer un espectáculo al que pudiese acceder absolutamente todo el público ¿os imagináis un espectáculo que se pueda ver en un teatro de Madrid y en un pueblo perdido de Castilla? Ahora intentad imaginar un espectáculo así, que no siga los cánones de la comedia televisiva española ni presentar la seguridad de los textos clásicos de Shakespeare o el Siglo de Oro español. Eso intentó ser desde el inicio “La muerte de Jaramill@”, sin pretender ser única en su objetivo, sabiendo no ser la mejor pero luchando desde el inicio por ser, como dijimos en nuestro crowdfunding “un espectáculo de vanguardia que a su vez será accesible a un amplio público. Una historia en que las capas se superponen hasta llegar a ver dentro de la inexorable tragedia el ensayo de una desternillante e improvisada farsa.”
Desde el estreno de «Jaramillo», hemos crecido y estrenado otros espectáculos grandes y pequeños. El domingo 6 de mayo Jaramillo volvió a morir, la función número treinta. Para otras compañías un número pequeño, para la nuestro un verdadero hito. Un grupo fenomenal viajamos a cada función: Libertad, Roberto, Natalia y servidor, al que hay que agregar a Diana en la primera época del espectáculo. Y en Fresno Alhándiga, un pueblo de 245 habitantes, la gente rió con las patadas en el culo al pobre Aurelio, escuchó las referencias existencialistas del espectáculo y recibió la multitud de signos de “La Muerte de Jaramillo”, cada uno en su medida pero todos al final con la alegría de haber asistido a un evento singular. Martín Piola.