Crítica Aarón Blanco
Crítica de Aarón Blanco publicada en el Periódico de Artes Escénicas Artezblai.com
El Loco
La ventaja del llamado loco (aventuremos esquizofrénico) para el actor es bien patente, le permite entrar en distintas pieles, adoptar distintas psicologías para expresar o emocionar de manera cambiante sin necesidad de acudir a una multiplicidad de personajes cuyas personalidades suelen ser fijas, por lo que habría una necesidad de transición muy marcada entre ellas, otra ventaja para el loco… La ventaja del llamado loco (aventuremos esquizofrénico) en la sociedad es la que algunos entienden como una super adaptación a los tiempos que corren.
Dentro de una sociedad opresora y opresiva como esta, se te pide que asimiles el invento de la identidad como algo propio e íntimo, limitando al máximo tus posibilidades de acción y, por tanto, ofreciendo a tu prójimo y a las instituciones la máxima previsibilidad que sea posible. Se nos pide que eliminemos el cuerpo y la psique cambiante por una identidad que nos defina y limite el resto de nuestras expresiones, ello provoca tensiones en la persona que ve que desea y no puede impedir el vaivén de la personalidad y que siente que al poco tiempo la identidad que tiene para él ya no es la que le «representa» y necesita de hacer una revisión… ¡no demasiado radical, por favor, los cambios de identidad poco a poco, no nos vayamos a atorar!, esto genera sufrimiento.
La ventaja del loco, volviendo a ella, en la sociedad, es que la misma etiqueta de loco le libera de esa carga social de generar una o identidad única que lo defina, y digámoslo así, se siente libre para transitar entre sus diversas personalidades de manera experimental o definitiva, configurando dentro de él un multiverso de posibilidades que lo hacen único y diferente de todos los demás. Por supuesto no vamos a omitir las desventajas sociales de ser considerado loco o de vivir distintas identidades, pero algunas ventajas están planteadas. Lo que Martin Piola consigue en este Jesús de Topas al (no adoptar el papel de) ser un loco en escena, al sentirse un loco en escena y al trasmitir que, en escena, es un loco, es liberarse de la carga de tener que definir muy profundamente identidades que con su plasticidad no le permitirían permutar de una manera dinámica. Y así, gracias a la adopción de este personaje, el actor va evidenciándonos que el fondo de los «textos sagrados» y su interpretación por el espectador pueden cambiar según la lectura que el emisor adopte.
Estamos acostumbrados a recibir este tipo de mitos con voces estruendosas y trémulas (visualicen la imagen arquetípica de un reverendo dando misa) que nos ayudan a asimilar la tragedia que en ellos se representa. Pero bien expresado desde otras identidades diferenciadas y cambiantes, se realiza en escena una lectura crítica pero también didáctica de estos textos variados de la Biblia a los que venimos refiriéndonos, sin cambiar una sola palabra, una sola coma de su contenido, solamente permutando la psicología del protagonista de su lectura, quizás en algunos casos ayudando a transmitirlos más efectivamente, mutando delante nuestro una decena de veces. La intensidad de la obra es tal, con su consecuente trabajo de concentración por parte del espectador, que el equipo de dirección tuvo a bien acudir en varios momentos del desarrollo de la producción al uso de un recurso claramente brechtiano: descolocar al público con una acción inesperada y claramente sorpresiva, con el fin de que este, después de la distensión sentida, pueda volver a focalizar su atención en lo que en el espacio escénico está sucediendo. Por supuesto, no hablaremos del método al que acuden para no desentrañar innecesariamente momentos clave de la obra.
En definitiva un trabajo muy cuidado de representación en su totalidad, desde la gran actuación de Martin Piola, el vasto trabajo de dirección de parte de Natalia Gabriela Miguel, una correcta iluminación y una bien elegida sonoridad, que hacen de este Jesús de Topas un espectáculo sin igual.