El alegre arte militante
Si los brokers utilizan la crisis en su beneficio, los disconformes tenemos también la posibilidad de “utilizar” esa pérdida de certezas que toda crisis provoca. Podemos por ejemplo ver que no hay nada más vivificante que entregarse completamente a hacer lo que uno más disfruta, cuando esto implica un esfuerzo desafiante a los poderosos que quieren exprimirnos hasta la última gota.
Hay ejemplos muy reciente de los cambios creados desde la militancia –entendida como una intervención social y política que excede el ámbito partidario. Mientras en Europa amplios sectores estudiantiles, artísticos o intelectuales se indignan frente a los gobiernos e intentan articular instrumentos de cambio, en Argentina esos mismos sectores que desarrollaron durante dos décadas una alegre militancia reclamando desde el desierto sus derechos frente a gobiernos débiles o neoliberales, hoy ven finalmente recompensados sus esfuerzos y mantienen su militancia aliándose con un gobierno que con amplio apoyo popular asume un programa decididamente de izquierdas.
¿Y los artistas deben militar?
Por la naturaleza libre de su quehacer podríamos tender a no imponer dogmas en cuanto a hacerlo o no. Se dice que más allá de su implicancia política, un artista que aporta nuevas visiones del mundo ilumina a aquellos que van a cambiarlo, pero también un electricista apolítico puede aportar soluciones lumínicas a un local de la izquierda y no por eso lo consideraremos comprometido con el cambio. De manera opuesta, un artista crítico necesariamente se entregará con intensidad a su actividad, agrupándose con iguales y estableciendo relaciones solidarias con el medio en que produce en pos de cambiar el status quo, las “injusticias del sistema”. Está en el propio artista el decidirse a ser un técnico en iluminación o un artista comprometido con el cambio.
Por supuesto, quedan fuera de esta disyuntiva por un lado, los que utilizan su arte con intereses económicos y, por el otro, los genios como Borges o Warhol que, siguiendo esta metáfora del electricista, son capaces de iluminar ciudades enteras desde las posiciones personales y políticas más recalcitrantes.
Casos particulares aparte, la militancia no puede entenderse sólo como una labor quijotesca ya que de esa manera nos rendiremos pronto. En estos tiempos de avance de la derecha, los artistas y las artistas pueden encarnar la utopía viva de la libertad: su vida, su obra y su militancia pueden ir juntos y el “éxito” está garantizado en la influencia de una obra a lo largo del tiempo y no meramente en los logros políticos o sociales coyunturales. La izquierda alemana no pudo detener el ascenso de Hitler, pero sin embargo aún hoy seguimos creciendo con la obra que el artista militante Bertolt Brecht realizó entonces para relacionarse con su propio tiempo.
(Publicado como columna de opinión de Martín Piola en el periódico «Ciudadanos» editado por Izquierda Unida de Salamanca. Noviembre de 2011)