Publicaciones recibidas: Las Puertas del Drama
10 abril, 2012
En esa bolsa que me diera la AAT estaba el Número 39 de su Revista “Las Puertas del Drama” centrada monográficamente en el tema del público.
Abre Marco de Marinis proponiendo “dos (o tres) modelos teatrales del novecientos”: el “espectador participante” desde la implicación material, sensorial o dramatúrgica, el brechtiano “espectador competente”, al modo del que sigue una lucha pugilística con un whisky y un cigarro en la mano y el “espectador testigo”, del que nos trae una hermosa cita de Grotowski:
“La vocación del espectador es ser observador, pero sobre todo ser testigo. Testigo no es el que mete la nariz por doquier, el que se esfuerza por ser lo más cercano posible e incluso interferir en la actividad de los otros. El testigo se mantiene un tanto distante, no quiere entrometerse, desea ser consciente, mirar lo que sucede desde el principio al fin y conservarlo en la memoria. […] Respicio, el verbo latino que indica respeto por la cosa, esa es la función del testigo real; no entrometerse con su mísero papel, con la inoportuna demostración «yo también», sino ser testigo, o sea no olvidar, no olvidar a ningún precio”Alberto Fernández Torres analiza los problemas de captación de públicos en España, situándolos en tres factores de “inercia”: primero la desproporción entre el rol esencial del público para el teatro (sin público no hay teatro) y la poca reflexión que merece desde los ámbitos productores. El segundo factor es que al desvincularse de las necesidades del público de masas, cada producción teatral se dedica a buscar individualmente su propio público. Y el tercero, relacionado con esa desvinculación anterior, sería que desde el Estado se empezó a organizar alrededor de la producción y no del público, ya que lo importante es que el hecho suceda, que sea mostrado y no tanto que sea visto en directo. Es fácil de entender este último factor si se piensa en las grandes óperas, sinfonías o teatros nacionales. La propuesta final de Fernández Torres es de algún modo “educativa” , ya que se centra en que se debería acentuar el carácter diferenciador que tiene la asistencia a una representación en vivo frente a otras formas culturales “enlatadas”. La reseña corresponde a un libro fantasma, la “Sociología del Teatro” de Duvignaud. Y digo fantasma porque es un libro que todos citan pero que no se encuentra por ningún lado porque su única edición en castellano data de 1966. En las clases de teoría del Taller de Lombó lo citamos por terceros (el “Teatro y Poder” de Lagarce) Esperemos que algún editorial se anime y lo reedite.