Reseña de: “Últimos remordimientos antes del olvido” de Jean-Luc Lagarce
Reseña de: “Últimos remordimientos antes del olvido” ([Madrid]: Teatro del Astillero, 2007), de Jean-Luc Lagarce, (1957-1995, “el autor más representado en Francia después de Shakespeare y Moliere”)
Jean-Luc Lagarce escribe esta obra de teatro en la que Paul y Hèlene vuelven con sus respectivas parejas a la casa de campo en la que veinte años atrás vivían con Pierre, cuando eran jóvenes e idealistas. Se hace evidente en los primeros compases que los tres formaban entonces un muy francés ménage à trois. Aparentemente Hèlene quiere ahora vender esa casa, lo que implica desalojar a Pierre, quien nunca se fue y paga a ellos dos un “ridículo alquiler”.
Anne, la pareja de Paul, se resigna a que cuando están los tres antiguos amantes juntos, ella sea menos querida. Antoine, marido de Hèlene, es un hombre “normal”, -bondadoso y aburrido- de esos que el trío despreciaba en su juventud y tienen una hija que da a la obra la mirada distante, y en consecuencia acusadora, de una adolescente que lejos de escandalizarse, se desentiende de los que ella entiende como ridículos problemas de sus padres. Queda en evidencia que todos los conflictos que aquejan a los protagonistas no son más que sueños frustrados y antiguas rencillas que demuestran la inmadurez típica del individuo contemporáneo a la hora de canalizar sus deseos.
A nivel formal, la obra se construye en base a los diálogos fragmentados que se dan durante la corta visita a Pierre. Conversan los tres protagonistas, y también los “nuevos” entre sí y todo tipo de conversación cruzada. Sobrevuela todo el tiempo las que para terceros podrían parecer reacciones exageradas o juicios lapidarios pero que en realidad son duros pases de factura de viejos problemas nunca resueltos.
Una obra mordaz y entretenida que nos recuerda a películas como la ochentera “Las invasiones bárbaras”, del también francófono Denys Arcand en la que los antiguos jóvenes se reúnen en una casa de las afueras para dejar en evidencia algo tan viejo como el manifiesto surrealista: “la fragilidad de sus pensamientos y sobre qué fundamentos movedizos, sobre qué cavernas, han edificado sus vacilantes casas”